jueves, 29 de abril de 2010

Una nueva entrada, un nuevo espacio, todo se trata de establecer prioridades. Prioridad vendría de lo primero, en tanto primordial; para no encajarme en lo obvio difiero de lo que en normalidad se define prioridad. Las prioridades que podrían devenir de algo, de alguien, solo se necesita entablar un suceso en una situación, teniendo en cuenta que una situación deviene de sitio, y en mi caso devendría de un sitio propio. Este conjunto tumultuoso de diversidades de situaciones devendría de lo prioritario respectivamente.
Un sitio tan excento a mi, un analista, un diván y un simple analizado (en este caso yo). Dispuesta desde tiempo a seguir manteniendo un análisis no necesario, no conforme, no acorde a mis intereses. Un estado entablado con demasiadas perfecciones y solo malas constumbres cotideanizadas. No refiero a la cotideanidad en si, eso es depende de lo que cada quien sienta como común que necesariamente no es mi común.
Mantengo un estado tembloroso sobre mis propias consideraciones, mis Dioses se van esfumando, mis creencias se van disuelven, y hoy no soy más que yo y lo que puedo elegir. Quizá tantos rodeos me hacen sentir que no lo creo, que creo en otras cosas, o que quizá ya no lo necesite. Pero queda este nudo, o acertijo ya que no tengo la posibilidad de vislumbrar si no creo en él (puedo interpretar el como el Dios que me rodea diariamente cuando frecuento mi formación o su método de llevar acabo su curación), si no lo necesito o si habría un problema interno con mi oyente.
Decido decirte adiós, adiós rutina, adiós establecimientos discontinuos, adiós oyente, adiós Freud.